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Bit City – Pocket Town Planner (Google Play)
El impacto de la inteligencia artificial (IA) en el deporte urbano es un tema complejo que nos invita a reflexionar sobre el equilibrio entre tecnología y humanidad. Si bien la IA está cambiando la planificación deportiva en las ciudades, esta evolución plantea una pregunta crucial: ¿Cómo puede la tecnología mejorar el deporte sin despojarlo de su esencia humana? La casualidad, la imprevisibilidad y la interacción social son elementos fundamentales en la práctica deportiva urbana, y es esencial que no se pierdan en este proceso.
En el deporte, y especialmente en el deporte urbano (en general, no solo las modalidades así etiquetadas), existe un componente espontáneo que lo convierte en algo único. No se trata solo de la actividad física en sí, sino también de las interacciones humanas, el juego impredecible y la creatividad que surge en espacios públicos. Estos aspectos son difíciles de cuantificar o gestionar mediante algoritmos. A medida que la IA se integre cada vez más en el diseño y la gestión de infraestructuras deportivas, debemos preguntarnos si esta tecnología puede capturar la complejidad y riqueza de la experiencia deportiva humana o si, por el contrario, tiende a convertirla en algo demasiado estructurado y predecible.
Beneficios y riesgos de la IA en el deporte urbano
En términos de beneficios, no hay duda de que la IA puede lograr avances impresionantes en la planificación deportiva urbana. Herramientas de análisis de datos nos permiten a los planificadores identificar áreas donde se necesita más infraestructura deportiva y optimizar la ubicación de instalaciones para que sean accesibles para el mayor número de personas. De esta forma, se crean ciudades más activas, donde la actividad física es parte integral de la vida diaria. Además, la IA también ha facilitado la integración de tecnologías inteligentes en los espacios deportivos, como sistemas de iluminación que se activan según la presencia de personas, sensores que monitorizan el uso de las instalaciones o dispositivos que recogen datos para mejorar el rendimiento físico.
No obstante, estos avances tecnológicos no están exentos de riesgos. Uno de los peligros más evidentes es la tendencia a uniformizar el deporte urbano, eliminando el factor sorpresa que es inherente al juego y a la interacción espontánea en espacios públicos. El deporte, especialmente en su forma más callejera e improvisada, no se puede reducir a simples datos o a patrones predefinidos. Cuando nos juntamos en la plaza de un barrio para compartir trucos con el skate, o cuando nos reunimos para una partida de fútbol en un descampado, hay un sinfín de variables que escapan al control de cualquier algoritmo: el clima, la superficie del terreno, las personas que se unen al juego de manera imprevista, las reglas que se inventan sobre la marcha. Es precisamente esta imprevisibilidad lo que hace que el deporte urbano sea tan enriquecedor y fascinante.
Imprevisible por diseño
Hay diseños que generan imprevisibilidad, que aumentan el peso del azar sobre la técnica. Un buen ejemplo de esto es el campo de Puckelboll en Malmö, Suecia. Este espacio deportivo fue diseñado deliberadamente con una superficie irregular y llena de montículos, lo que provoca que el balón rebote de manera impredecible. Lejos de ser un defecto, esta característica convierte el juego en una experiencia más dinámica y divertida. El diseño de esta instalación desafía la lógica de optimización y control total, y promueve la interacción social y la adaptación creativa. Los jugadores deben ajustar constantemente su estrategia y movimientos, haciendo que cada partido sea único e irrepetible. El Puckelboll demuestra que, en ocasiones, la imperfección y la aleatoriedad pueden ser herramientas poderosas para fomentar la creatividad y la interacción en el deporte.
En una línea similar, el proyecto TheUnusualFootball Field, desarrollado en Tailandia, consiste en la creación de campos de fútbol de formas irregulares en espacios urbanos no convencionales, como áreas entre edificios o terrenos de formas irregulares que normalmente no se utilizarían para deportes. Estos campos tienen formas que se apartan de los rectángulos tradicionales, adaptándose a los espacios disponibles en las comunidades urbanas densamente pobladas.
Este tipo de diseños favorecen la imprevisibilidad y el azar en el juego porque las formas inusuales del campo obligan a los jugadores a adaptarse constantemente a las irregularidades del terreno. No hay líneas rectas ni dimensiones convencionales, lo que altera la forma de jugar, las tácticas y las estrategias. Los rebotes del balón, las direcciones de las jugadas y la ubicación de los jugadores se ven influenciados por estas características, generando un juego más dinámico, impredecible y que fomenta la creatividad y la toma de decisiones rápidas en el momento.
Imprevisible por necesidad
La escasez de recursos y de equipamientos ha impulsado la creatividad para inventar espacios para el deporte. Un ejemplo que me encanta y me parece muy interesante de cómo la imprevisibilidad, la casualidad y especialmente la necesidad enriquecen el deporte en las ciudades es el slum golf.
El slum golf, originario de Mumbai, es una versión improvisada del golf que se practica en barrios marginales o zonas urbanas empobrecidas. En lugar de usar campos de golf profesionales y equipamiento costoso, los jugadores emplean objetos cotidianos como palos de ferralla, piedras o basura para crear circuitos de golf. El entorno urbano se convierte en el «campo de golf», donde se sortean obstáculos como edificios, vehículos y basura. Esta actividad refleja la creatividad y el ingenio de las personas que viven en estas comunidades desfavorecidas, convirtiendo espacios limitados en zonas de juego, y proporcionando una forma de entretenimiento accesible y adaptada a su realidad.
El slum golf también destaca por su carácter social, al reunir a personas de la comunidad, y subraya las disparidades económicas y el ingenio de quienes enfrentan desafíos económicos.
Además de estos ejemplos, muchos de los deportes de que se practican en las plazas y parques de las ciudades también dependen en gran medida de la improvisación y la interacción social. Los grupos se forman de manera espontánea, las reglas se adaptan según las circunstancias, y el espacio disponible determina el ritmo y el estilo de juego. Estos deportes fomentan el compañerismo y la creatividad, y su encanto radica en la imprevisibilidad de cada encuentro. La tecnología podría, sin duda, ayudar a gestionar mejor el uso nuestros espacios urbanos, pero nunca debería interferir en el espíritu informal y flexible que define este tipo de prácticas deportivas.
La ciudad como espacio activo e impredecible
Las ciudades han evolucionado a lo largo de la historia como espacios de encuentro y actividad. Sin embargo, el diseño urbano moderno, con su tendencia a la zonificación funcional y la especialización de los espacios, ha contribuido al sedentarismo de la población. En muchos casos, las áreas residenciales, comerciales e industriales están tan separadas que es necesario recurrir al automóvil para realizar tareas diarias, limitando las oportunidades para la movilidad activa. Las ciudades que apuestan por la movilidad activa han visto mejoras significativas en los niveles de actividad física de sus habitantes. La IA puede desempeñar un papel clave en la planificación de estas ciudades activas, ayudando a identificar las áreas donde se deben promover más recorridos para caminar, andar en bicicleta o practicar deporte.
Sin embargo, aunque la IA puede ayudar a planificar mejor las infraestructuras y los servicios urbanos, no puede ni debe reemplazar la interacción humana ni la espontaneidad que caracterizan el deporte urbano. En unas ciudades en las que la tecnología se está volviendo omnipresente, es vital que los diseñadores urbanos y los planificadores de infraestructuras deportivas consideremos la importancia de crear espacios que faciliten la innovación espontánea y la imprevisibilidad en el deporte.
