Consideraciones sociales
No podemos olvidar el potencial social de las actividades deportivas en las zonas rurales. El crecimiento del turismo deportivo en territorios rurales se ha visto como una gran posibilidad de frenar la despoblación que sufren desde hace años.
La escasa competitividad de las economías de estas zonas, básicamente apoyadas en el sector primario, ha supuesto un gran problema de despoblación de estos territorios. Las y los jóvenes escapaban de un incierto futuro y sus progenitores trabajaban duro para facilitar su huida. Surgen nuevas oportunidades de futuro y las nuevas generaciones pueden plantearse seguir viviendo en estas zonas.
Las zonas que despuntan como destinos para el turismo deportivo se convierten en atractoras de población joven , que ven posibilidades de trabajo en actividades interesantes y entornos en los que crear empresas relacionadas con este tipo de turismo.
Por otra parte, la población de estas zonas durante muchos años desconectadas de la vida social de los entornos más dinámicos, ve cómo crece el interés de la gente por sus entornos. Se producen encuentros y relaciones entre locales y foráneos. Se crean relaciones y conversaciones entre diferentes y se reduce el amiente de soledad y aislamiento tan habitual en estos entornos rurales.
Por último. Las relaciones sociales se ven revitalizadas, no sólo entre locales y personas que acuden a practicar deporte, también entre los propios locales. Se fortalecen las relaciones entre los locales en torno a nuevos objetivos comunes, tal y como comentaba en el post anterior, se incrementa el capital social.
Todas estas potencialidades y aspectos positivos están muy bien, pero también pueden y suelen tener su contrapartida.
Una primera cuestión clave es el choque cultural que se produce, las contradicciones que se generan por las diferencias entre el turista deportivo y el residente. Recuerdo un comentario de un amigo al respecto: «Ahí estábamos nosotros, más de 200 personas, con nuestras BTT de 3.000 euros o más, sentados en las terrazas de los bares del pueblo y las bicis aparcadas fuera. La gente del pueblo nos miraba ‘raro’. ¿Qué iban a pensar? Nosotros éramos unos niñatos con unas bicis cuyo precio les parecería insultante».
En este sentido es clave el grado de apoyo de las y los residentes al proyecto de desarrollo turístico de las localidades. Cualquier proyecto de desarrollo de turismo deportivo que se haya realizado sin contar con el conocimiento y el apoyo de la población residente tiene muchas posibilidades de fracasar. La población ajena a estas actuaciones y apartada de los procesos de decisión puede sentir enfado y desconfianza hacia este tipo de proyectos, lo que se transmitirá a los turistas quienes a su vez , serán reacios a visitar estos lugares.
Desde este descontento, y sin tratar de justificarlo, ni mucho menos, hay personas que pasan directamente al salvajismo. Podemos encontrar multitud de noticias referidas a la colocación de cables, vallas, clavos y otros elementos agresivos en espacios naturales de habitual práctica deportiva. El descontento ha dado paso al salvajismo.
Esta situación es realmente compleja y, tal y como comentaba en mi intervención en las Jornadas, muchas veces es complicado gestionarlas porque las personas residentes afectadas y que pueden poner obstáculos a este tipo de prácticas, no obtienen un beneficio directo de las mismas. «Vale, esos turistas dejan ingresos en bares y hoteles del pueblo, pero a mi sólo me generan molestias». Las personas cuya actividad es la agricultura y la ganadería, que ven cómo ciclistas y senderistas pasan por terrenos que históricamente han sido «suyos», pueden no compartir el interés por el turismo deportivo.
Resumiendo las consideraciones
Es innegable que el turismo deportivo ha alcanzado un lugar destacado en las políticas de desarrollo de regiones que históricamente han sido ajenas al desarrollo industrial y turístico. Estas regiones han visto en el turismo deportivo en la naturaleza una interesante oportunidad para generar ingresos y dinamizar sus economías.
Sin embargo, no podemos olvidar que el turismo deportivo tiene efectos positivos y negativos, es una realidad compleja que genera conflictos en el territorio, situaciones cambiantes y problemas multidimensionales que escapan a las mediciones de indicadores económicos simples.
Habitualmente se aceptan acríticamente unos valores de sostenibilidad, salud, socialización y desarrollo de las zonas en las que se dan. En cambio, el crecimiento de estas actividades en determinados territorios puede generar tensiones de difícil solución. No es suficiente justificar determinadas situaciones con un supuesto desarrollo económico, que puede no ser justo en su reparto.
Como conclusión. Es imprescindible incorporar otros criterios al meramente económico/crematístico. Son necesarios criterios de sostenibilidad social, medioambiental y económica) de los destinos deportivos y turísticos, tanto en sus modelos de desarrollo como de gestión.
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