Espacios activos: cuando la plaza es el patio

No son ni las nueve de la mañana y la Plaza Bidebieta ya está en ebullición. Niñas y niños corren por los soportales, juegan en el parque o saltan desde el puente del arenero. Sus mayores conversan tranquilamente a la puerta de los locales de la ikastola (escuela) Langile, a la espera de que la abran para despedirse de las pequeñas y acudir a sus respectivos lugares de trabajo.

Desde que por motivos de saturación la ikastola Langile tomó la decisión de ubicar a todas las niñas y niños de 5 años en un amplio local de la Plaza Bidebieta, ésta ha cambiado notablemente. De ser una plaza un tanto anodina, aunque bien equipada, ha pasado a ser un centro de referencia y de actividad del pueblo de Hernani.

Más de la mitad de los niños y niñas de 5 años de Hernani van a la ikastola Langile y únicamente los de ese curso, lo hacen en las clases que se han habilitado en la Plaza Bidebieta. El local de la ikastola no cuenta con un patio propio, por lo que la plaza hace las funciones de zona de recreo e incluso, dado el particular modelo educativo de la ikastola, en numerosas ocasiones la plaza es el aula.

Prácticamente desde las 9 de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde niñas y niños son las principales protagonistas en la plaza; sin embargo, no en exclusiva. Bidebieta es abierta, no hay vallas ni cerramientos que impidan salir o entrar. En la plaza, aún cuando están en horario de recreo, hay personas adultas tomando un café, paseando o caminando hacia sus casas. No hay barreras ni físicas ni horarias, la plaza es de todas las personas y a todas horas.

Imagen: local de la ikastola (centro escolar)

Creo que este hecho es uno de las aportaciones cívicas más interesantes para estas personas de cinco años. Una experiencia que marcará su modo de entender el espacio público y la convivencia de ahí en adelante. En este espacio aprenden y juegan con sus pares y a su vez, conviven con otras personas ajenas a la ikastola que realizan otro tipo de actividades. Reivindican de un modo natural y espontáneo el juego en el espacio público y su papel ciudadano a pesar de su corta edad. En Bidebieta las niñas y niños no son la ciudadanía del futuro, son el presente.

Pero el efecto de esta actividad escolar en la plaza va más allá del propio horario de la ikastola. Cuando dan las cuatro y media de la tarde terminan sus clases y continúan con sus juegos en la plaza. A partir de esta hora, la presencia adulta es mayor y la mezcla de personas y actividades aumenta de modo notable.

Tras esperar a la salida de las clases, algunos padres y madres se quedan charlando en el bar de la plaza mientras los pequeños juegan. El rol de ‘padre’ o ‘madre’ ofrece un marco común que facilita relaciones y conversaciones entre personas diferentes. El hecho de pertenecer a distintos grupos sociales, con mayor o menor capacidad económica o de diferentes países de origen, no parece ser relevante a la hora de establecer conversaciones «de madres-padres» de la ikastola y otras personas adultas que se encuentran allí.

Las conversaciones son variadas: el fútbol, recetas, la próxima merienda de cumpleaños o la indignación por la reciente sentencia judicial a ‘La Manada’. De hecho, una madre comenta que este sábado acudirán en familia a la manifestación de repulsa que se organiza en Pamplona. Otros padres y madres se animan y deciden que acudirán también. Aprovechan y quedan en verse allí, participar en la manifestación y quedarse a comer en Pamplona todas juntas. La plaza así también se convierte en un ágora de actividad política.

Las actividades también cambian a partir de las cuatro y media. Bicicletas, patines, patinetes, balones y skates aparecen como de la nada y comienzan a llenar la plaza. Las pequeñas pendientes que salvan la diferencia de cota entre una entrada a la plaza y la zona central sirven para improvisar circuitos. Cuando se diseñó no se consideró este posible uso, sin embargo, parece que es irresistible. Son líneas del deseo no planificadas.

Imágenes: circuitos improvisados en las pequeñas pendientes

No obstante, aún sin haber sido planificados, hay que reconocer al Ayuntamiento la suficiente flexibilidad para valorar la importancia de estos usos espontáneos y facilitarlos. De hecho, hace unos años decidió incorporar en una de las zonas ajardinadas un arenero, una zona con arena y con un pequeño puente-túnel para facilitar el juego libre y espontáneo. El Ayuntamiento tuvo que aguantar las críticas: «eso no está homologado», «no es una zona de juegos», «se ensuciarán», «es peligroso»; sin embargo, mantuvo la apuesta por hacer un espacio poco definido y sin categorizar para permitir una actividad espontánea. Un acierto. Mi hija tiene que ducharse cada vez que viene de pasárselo en grande en el arenero.

Imágenes: zona de arena para el juego libre e improvisado

Pero hay otro agente clave en la vitalidad de la Plaza de Bidebieta. Un agente que incentiva la estancia de las personas adultas: el establecimiento de hostelería. Si bien hay otras dos cafeterías, es el bar el eje de referencia de la actividad adulta en Bidebieta. La combinación entre las actividades propias del negocio, las actividades infantiles a la salida de clases y otras actividades deportivas en los equipamientos de la plaza, hacen de Bidebieta un entorno tan estimulante como caótico. Un caos en el que la vida sucede. A veces surgen conflictos, pero en la gran mayoría de ocasiones se resuelven rápidamente.

No siempre fue así. Durante muchos años este establecimiento era un simple local que servía comidas y bebidas. Tras varios propietarios diferentes llegó un chico joven, bastante popular en el barrio y con mucha iniciativa. Andoni comenzó a montar conciertos en la plaza, a sacar a la terraza pantallas de televisión en los partidos de fútbol interesantes u organizar desafíos del estilo ‘Crónicas carnívoras’ y conocer a los glotones del barrio. Estas actividades modificaron la dinámica de la plaza, especialmente a las tardes-noches y los fines de semana.

Para ampliar el grupo humano que podemos encontrar en la plaza. El establecimiento ofrece una red wifi abierta. Jóvenes y adolescentes se sientan en el pretil delante del bar generando una curiosa escena en la que la ubicación física es clave para la participación digital. La plaza también es un hotspot.

Estas actividades han ampliado el espectro de personas que acuden y disfrutan de la plaza. Ya no son sólo las madres y padres que van a llevar o recoger a sus hijos. Lo interesante es que se mantiene la variedad de niveles sociales, económicos y culturales que mencionaba antes.

Es muy posible que el propio modelo de vivienda del barrio favorezca estas dinámicas de encuentro entre personas diferentes. Hay una equilibrada proporción entre viviendas de venta libre, de protección oficial y viviendas sociales, lo que facilita esa variedad. Aún así, son las cosas que ocurren en la plaza las que realmente hacen que esos encuentros se produzcan. El hecho de que sea una plaza-patio y el protagonismo de niñas y niños es un factor clave que otorga carácter lúdico y libre a la plaza, la dinamiza y le da un carácter libre en la que a nadie se le ocurriría poner un cartel de «prohibido jugar con pelotas, bicicletas o patines».

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