La gestión de un club deportivo, de sus recursos y de sus humanos

Robot

Debo reconocer que tengo cierta fijación con la expresión “Recursos Humanos”. Cuando la oigo… “Recursos Humanos”…  es que me viene a la mente un androide psicópata programado para tareas de Contabilidad. Es muy posible que sea un limitado conocimiento de la materia, pero creo que la expresión se las trae.

Durante un tiempo en algunos programas de cotilleo (llamarlos “del corazón” es ser muy generoso) se reían de una famosa que había expresado sus quejas sobre la falta de respeto hacia las “personas humanas”. Es una redundancia, pero es mucho más acertada y bonita que “Recursos Humanos”.

En el mundo de la empresa muchos expertos de la gestión llevan tiempo cuestionando la validez de ciertos planteamientos y herramientas de gestión. El enfoque conceptual clásico de las organizaciones resulta extremadamente impersonal y mecanicista. Todavía se percibe la larga sombra del Taylorismo detrás de técnicas y de soluciones que se venden como realmente efectivas. El área de “Recursos Humanos”  resulta de lo más llamativa en este sentido.

Pues si en el mundo de la empresa comienza a relativizarse la concepción clásica de los “Recursos Humanos” (tranquilo C3PO) en el ámbito de los clubes tradicionales es muchísimo más discutible.

El asunto viene a cuento de una experiencia muy reciente en la que desde la más pura visión de la eficiencia y de “Recursos Humanos” se planteaba desde una institución externa la fusión de dos clubes. El razonamiento desde la eficiencia era simple: juntas lo de este club con lo de este otro y tenemos uno que mejorará la suma del trabajo de los dos por separado… es la magia de las sinergias.

Las consecuencias de este razonamiento las hemos visto en demasiadas ocasiones: sumamos lo de un club con lo de otro y queda… ¡cero! El problema es que no hemos tenido en cuenta la personas. Los y las socias de los clubes a los que el nuevo club no les dice nada, no siente ningún apego por él y desaparecen. Las y los voluntarios de los clubes iniciales, que dedicaban su tiempo a “su club” y que al no tener a “su club” dejan de dedicarse a las labores que realizaban. Nos damos cuenta que las personas, y menos las voluntarias, no son simples recursos que podamos sumar y punto.

Es obvio que en ocasiones la fusión de clubes resulta lógica e inevitable. En muchas fusiones de este tipo, las consecuencias no son tan desastrosas y hay veces en las que esta suma resulta perfecta y el resultante es mejor incluso de lo que se esperaba. Pero en demasiados casos la consecuencia ha sido la descrita.

La idea que hay detrás de todo esto es la importancia del proceso de fusión y de la participación de las personas para que éste llegue a buen puerto. Por un lado deben ser los clubes, las personas que están en ellos, quienes marquen sus ritmos y las características propias del proceso. Los pasos que deben darse. Los objetivos que buscan con dicha fusión. Son las personas de los clubes quienes mejor conocen la realidad propia del club y de su deporte, a la gente que les rodea y son ellos los que podrán convencer a estas personas de que sigan en el nuevo proyecto.

Cualquier intento externo de empujar y marcar los ritmos de procesos de este tipo será inútil a largo plazo. A no ser, obviamente, de que se disponga mucho dinero para que funcione y la importancia de las personas del entorno sea reducida. Las cambiamos por profesionales, hacemos unas buenas campañas de Marketing para captar nuevos socios y socias y asunto resuelto. Pero en ese caso, ¿es una fusión o es la desaparición de los anteriores y la creación de un nuevo “club”?

Foto:   FlySi
Artículo publicado originalmente el 17 de octubre de 2008 en Avento.

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