Así, a bote pronto, acoger la celebración de los Juegos Olímpicos de 2016 es un caramelo muy goloso para las ciudades aspirantes. Chicago, Río, Tokio y Madrid se disputan el honor de organizar los Juegos. Todas ellas están convencidas de que su designación como ciudad organizadora les reportará grandes beneficios económicos, sociales y de imagen exterior. Al parecer no hay dudas de que estos beneficios serán reales. ¿Seguro que no hay dudas?
Ya en el proceso de selección de Londres 2012 se abrió un interesante debate acerca del interés de la ciudad en lograr esta designación. The Economist publicó un artículo que no dejaba dudas sobre su posición al respecto: Londres no debía organizar los Juegos Olímpicos de 2012. Los beneficios derivados no compensarían los costes que conlleva la organización y las grandes necesidades de inversión en nuevas infraestructuras deportivas.
En el proceso de selección actual, entre las ciudades aspirantes también surgen voces discordantes que muestran sus dudas acerca de la conveniencia de albergar los Juegos de 2016. Muchas personas de Chicago ya muestran su rechazo a recibir ese “honor” y el alcalde ha tenido que repetir en numerosas ocasiones que «esto no va a afectar a los contribuyentes, ya lo hemos dicho mil veces y lo volveremos a decir».
En Madrid también surgen voces que dudan de estos beneficios, a pesar de que el actual déficit presupuestario del Ayuntamiento de Madrid es insoportable, el movimiento en contra es mucho menor que en Chicago.
Estimar correctamente el impacto económico de organizar unos Juegos Olípicos y la repercusión que tendrán en la mejora de la imagen exterior de una ciudad es casi un acto de fe más que un ejercicio de análisis científico. Para echar más leña al fuego al debate, los economistas Andrew Rose y Mark Spiegel han publicado un interesantísimo estudio en el que tratan de demostrar que acoger este tipo de mega-eventos tiene un notable impacto positivo pero… también para las ciudades que han participado en el proceso de selección y no lo han ganado.
En su trabajo los autores estiman un aumento de las exportaciones de un 30% en las ganadoras, pero también en el resto de ciudades que han alcanzado la fase final del proceso de selección, aunque no hayan ganado. Para los autores, este hecho demuestra que algunas ciudades pueden preferir ser candidatas y posteriormente no ser elegidas para ser sede de los Juegos Olímpicos.
Si Andrew Rose y Mark Spiegel están en lo cierto, parece preferible que Madrid se quede sin sus Juegos Olímpicos. Habiendo alcanzado la nominación y encontrándose en el grupo de las cuatro ciudades finalistas ya ha ganado una imagen de ciudad que le reportará interesantes beneficios. Si no gana podrá ahorrarse un montón de dinero necesario para la organización de 11 días de fiesta deportiva que podrían aumentar su ya muy elevado déficit.
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