Julio, mes de fichajes en los equipos de fútbol. Al Shamir, petromillonario qatarí dueño y presidente del Blackgold F.C., Marta Rodríguez, famosa empresaria de la construcción y presidenta del Santos Terrenos F.C. y Juan Martínez de Honrubia, abogado y presidente de La Concursal F.C. se disputan el fichaje del joven delantero Garzinho de quien dicen será el nuevo Messi. Se abre la subasta.
Tras unas largas negociaciones el delantero ficha por el Blackgold y Al Shamir le presenta ante 30.000 espectadores que acuden al estadio a ver a su nuevo ídolo. Unos toquecitos al balón, saludos a la afición, autógrafos, infinidad de besos al escudo de su nuevo equipo. Garzinho es feliz, toda su vida había soñado con jugar en el Blackgold, aunque no había oído hablar de este equipo hasta el mes pasado. El presidente sin embargo está pensativo, tiene dudas… “si he logrado ficharlo es porque he pagado más que el resto, ¿no será que he pagado demasiado?” Probablemente sí.
Los fichajes de este tipo acaban convirténdose en una subasta ascendente con sucesivas rondas. Es evidente que la subasta será ganada por el club que más valora al jugador: de hecho, esta es precisamente la gran ventaja de la subasta ascendente, al hacer que sea el mejor sistema para lograr el mayor ingreso para el club vendedor. El problema es que esta subasta puede ser muy negativa para el club que más probabilidades tiene de ganar porque, si ese club gana la subasta puede tener la sospecha de haber pagado demasiado por un jugador que nadie más valora tanto. Es posible que la estimación del valor del jugador sea excesiva. Estamos ante la conocida maldición del ganador.
Un/a presidente/a perfectamente racional debería encontrar el punto justo de equilibrio y formular una oferta óptima. Pero en muy pocas ocasiones consiguen ser perfectamente racionales. La presión por ganar, los deseos de la afición… son factores que llevan a la sobrevaloración.
Un caso muy conocido de maldición del ganador es el de la venta por parte del gobierno británico de licencias para utilizar parte del espectro de radio para los servicios de telefonía móvil 3G. Gracias a esta subasta el gobierno obtuvo 22.500 millones de libras esterlinas (suficiente para construir 400 hospitales nuevos). Todo un logro del equipo de economistas que diseñó la subasta y que recibieron casi tantos elogios como Garzinho. Sin embargo, las empresas de telecomuniones en poco tiempo se dieron cuenta de que habían gastado tanto dinero en las licencias que no les quedaba nada para invertir en el servicio.
Por refrescar, en el blog ya había escrito sobre subastas y fichajes y el peligro real que suponen ciertas actitudes a la hora de fichar. También hay otro post sobre otra aplicación de la maldición del ganador, la carrera por la candidatura olímpica de las ciudades, que les lleva a realizar inversiones megalómanas para lograr su denominación como sede olímpica, aunque a la idea central de ese post le podríamos llamar la bendición del perdedor.
Tal como están las cosas en el fútbol esperemos que las personas responsables de los fichajes actúen de modo racional y se alejen lo más posible de subastas “emocionales” y de la maldición del ganador. No están los tiempos para muchas alegrías económicas.