Uno de los grandes logros del urbanismo desde los años 80 fue la inclusión en los planes de ordenación urbana de espacios verdes, abiertos en el entramado urbano. Espacio público para la socialización y el juego. La paradoja sin embargo se da una vez terminada la construcción de ese espacio. Cuando las y los responsables de la gestión de ese espacio público, en un intento de lograr una convivencia de usos, comienzan a limitar esos usos hasta límites que ponen en duda la calificación de público de dichos espacios.
Una de las prohibiciones más clásicas es “Prohibido jugar con balones y pelotas”. Llamativo en un lugar en el que el juego de la pelota se ha jugado tradicionalmente en pórticos y soportales.
Cuando veo la foto de arriba imagino a un operario municipal al que le han dado una caja de señales de “PROHIBIDO BALÓN” y en pleno éxtasis de colocación de los carteles por toda la ciudad ya ni ve dónde lo coloca, hasta llegar a fijar una prohibición de balones en el Campo de Fútbol Municipal.
En 2007 la artista Eva Merz recogió fotografías de todas las señales de prohibición en la comunidad de Tillydrone en Aberdeen. Citando a la artista: «En Tillydrone hay más de 70 señales de prohibición – la mayoría de ellos dicen No Juegos de Pelota – un montón en una comunidad de 4000 habitantes. … Es extraño que en la sociedad contemporánea, con un enfoque general sobre la regeneración de la comunidad, el compromiso y la participación, esta es la única comunicación visible desde el ayuntamiento a la gente … No, no, no.”