Río, São Paulo, Tetuan, Camerún, Madagascar, ejemplos lejanos de urbanizaciones informales de las que hablaba en el post anterior y de la importancia del juego y el deporte en su regeneración.
Enormes zonas de viviendas autoconstruidas por personas que no pueden acceder al mercado inmobiliario, son realidades relativamente lejanas en la distancia y que nos pueden parecer ajenas. Sin embargo esas realidades también las seguimos teniendo cerca y aquí mismo han sido bastante comunes hace unas décadas.
El caso de Bilbao y los barrios de chabolas surgidos del éxodo del campo y la atracción del desarrollo industrial es claro. Entre 1950 y 1960 la población de Bizkaia creció un 38% y muchas de estas personas se establecieron en poblados chabolistas en los montes que rodean Bilbao. En 1960, 26.314 personas habitaban 4.987 chabolas ubicadas en diferentes puntos de Bilbao.
Para tratar de dar solución al problema el régimen franquista planteó medidas de promoción de vivienda, con operaciones de solución urgente que eran un parche político-social mediante la construcción de polígonos de viviendas y del que derivaron numerosos problemas posteriores.
Se levantaron barrios enteros bajo una absoluta uniformidad tipológica, homogeneidad cultural y de origen de sus ocupantes, falta absoluta de urbanización e infraestructuras, ausencia de servicios y equipamientos, etc.
Un ejemplo muy cercano de esta realidad fue el barrio de Otxarkoaga en Bilbao.
La propaganda oficial quiso vincular el fin del chabolismo con la voluntad y magnanimidad del General Franco, obviaron el interés del régimen en impulsar el sector de la construcción y evitar posibles revueltas populares ante una situación insostenible, a pesar de afirmar que “no piden más”. Gracias al régimen “el milagro se hace realidad… Una nueva ilusión ha nacido en las chabolas”
Se levantaron edificios para acoger a las personas que antes vivían en chabolas. Edificios con las mínimas condiciones y de pésima calidad, una zona sin apenas espacio público ni equipamientos. Eso sí, “hay iglesias donde caben todos”, y se consigue que “se reintegren al movimiento industrial”.
Esta solución generó numerosos problemas sociales que hubo que acometer en la década de los 90 y en el que la mejora del espacio público y la dotación de equipamientos comunitarios tenían una grandísima importancia.
Estas mejoras no deben detenerse, y la dinamización del espacio público en barrios como Otxarkoaga es fundamental. Para ello ¿qué mejor que el juego y/o el deporte? Por esto me parece tan interesante la iniciativa PLAY DAY Otxarkoaga, acciones urbanas que convierten la calle en zona de juegos”, porque “el juego es un instrumento para activar el espacio público. Una herramienta participativa y transformadora para la interacción y recuperación del uso de la calle y su disfrute colectivo. Una forma divertida y distendida para relacionarse y conocerse”. ¿Te animas a enviar tu propuesta?