Fue hace tres meses. Volé a Madrid para dar una conferencia y en el aeropuerto me monté en un taxi para ir hasta el hotel donde se celebraba el congreso al que me habían invitado. Dos kilómetros antes de llegar al hotel (discretamente comprobé la distancia con Google Maps) le pedí al taxista bajarme allí mismo. Durante el trayecto ya dio muestras de ser un auténtico capullo, pero un comentario suyo sobre ‘la Manada’ colmó el vaso.
− Oye, si no te importa me bajo aquí, que hace buen tiempo y me apetece pasear.
Por supuesto no era el primer taxista «rancio» que me ha llevado. Han sido unos cuantos y por experiencias así la imagen pública de los taxistas no suele ser precisamente buena.
La semana pasada estuve en Valencia y también me tocó montar en unos cuantos taxis. La verdad es que en esta ocasión todos fueron muy correctos y cordiales. Eso sí, con todos, y fueron cinco, salió el tema de conversación de las protestas contra los VTC, contra Uber y Cabify concretamente. El tema está candente y reconozco que les tiré un poquito de la lengua.
Entre taxi y taxi di mi conferencia. Ya os podéis imaginar, la ciudad activa, la ciudadanía, la movilidad, los espacios públicos seguros, la importancia de los entornos y en este caso especialmente sobre el entorno social.
Tras mi conferencia vino la de Santos Mondejar sobre «la regulación de las profesiones del deporte: una exigencia y una necesidad«.
Mientras Santos hablaba no dejaba de acordarme de las conversaciones que había tenido anteriormente con los taxistas y mientras miraba al público me preguntaba «¿Cuántas personas aquí presentes defienden la regulación de las profesiones del deporte y a su vez la liberalización del servicio de taxis?»
En el ámbito del deporte se defiende la regulación profesional por motivos de salud y de seguridad. Es importante garantizar que determinados servicios deportivos no vayan en contra de las personas que los practican y para ello se pide exigir que quienes ofrezcan esos servicios tengan una formación suficiente para el trabajo que van a desempeñar y que la Administración lo regule. Resulta lógico (no tanto cuando se intenta que algunas tareas que no tienen un efecto directo sobre la salud también intenten regularse).
En el caso del taxi, o de los servicios públicos de transporte en general, también hay argumentos apoyados en la seguridad y en la salud. El servicio de taxis está hiperregulado. Sí, en exceso. Y la verdad es que necesita un buen meneo. Pero el hecho de que pueda haber un número incontrolado de coches circulando por nuestras ciudades a la búsqueda de clientes, contaminando, participando en la creación de atascos y, llevado al límite, generando inseguridad vial, también afecta a nuestra salud y a nuestra seguridad.
No defiendo al sector del taxi, ni las formas ni muchos argumentos esgrimidos. Creo que es necesario mejorar todo el modelo de este servicio; pero de ahí a dejar que éste sea dirigido totalmente por las dinámicas del libre mercado hay un trecho. No es sólo una cuestión de salud y de seguridad en nuestras ciudades. Nuestros derechos fundamentales no son los de simples consumidores. Ante todo somos ciudadanas y ciudadanos. Por eso también es una cuestión de modelo de derechos laborales y sociales. Y el modelo de Uber, Cabify y otras multinacionales del VTC chocan con estos derechos.
Permitir que un sector de la importancia social y con impacto directo en la salud, en la seguridad y en la calidad de vida como es el transporte público, sea dirigido por multinacionales, cuyo único objetivo es el lucro propio, abre el camino para que muchas otras actividad también lo sean. También el deporte.
Por eso me preguntaba cuántas de esas personas que defendían la regulación de las profesiones del deporte apoyaban al mismo tiempo la total liberalización de un servicio de transporte público. ¿Son conscientes de que también en el deporte se están generando estas dinámicas de ‘uberización’? ¿Conocen esas plataformas y redes sociales en las que se ofrecen servicios de dinamización deportiva o de entrenamiento personalizado por parte de personas sin formación? Sí, la ‘uberización’ en el deporte ya se está dando y va a más.
Al igual que muchas personas defienden que la salud, la seguridad o la calidad de vida en nuestras ciudades no necesita ser regulada mediante la reglamentación del tráfico y del transporte público, en este caso la postura me imagino que será la misma. Supongo que seguirán defendiendo la importancia del derecho como consumidores. Que la gente pueda elegir entre sus servicios deportivos de calidad y seguros ante otros servicios mucho más baratos. Entonces, ¿para qué regular las profesiones? Bueno, tal vez en ese caso dejen de defenderlo, pero igual ya será tarde.