Reconozco que la expresión «política de eventos» tal como se emplea habitualmente me genera muchos recelos. Recientemente, en una entrevista en la radio me preguntaron qué me parecía la «política de eventos» para el desarrollo de una ciudad y creo que mi respuesta generó cierta incomodidad entre algunas personas.
En principio no tengo una opinión negativa del hecho de que una ciudad acoja una serie de eventos, deportivos, culturales o del tipo que sea, y gracias a ellos trate de capitalizar los beneficios que estos puedan generar. Mis dudas vienen por la palabra «política», ya que en demasiadas ocasiones las ciudades carecen de una verdadera orientación estratégica de los mismos, sin contar con unos criterios de selección de los eventos y sin un plan a medio y largo plazo que los oriente a la hora de lograr los mayores impactos positivos posibles. Por otra parte, ese abanico de eventos, en muchos casos poco o nada tienen que ver con el modelo o estrategia general de la ciudad (con suerte si la tiene), por lo que los posibles beneficios se ven diluidos y relegados a un abanico de actividades cuyo impacto es menor o negativo.
En la citada entrevista radiofónica se me plantearon tres cuestiones que son recurrentes en estos casos: el estudio de impacto económico, la marca ciudad y el legado.
Respecto a los estudios de impacto económico de los eventos, son muchos los informes que cuestionan la metodología habitual que siguen estos análisis, habitualmente realizados por la organización del evento y que emplean metodologías muy discutibles. Son demasiados los estudios que inflan el resultado final, no tiene en cuenta gran parte de los costes (en algunos casos incluso sirven para incrementar el impacto) y se obvia el coste de oportunidad (lo que se podría hacer con esos recursos). Normalmente estos estudios tienen un enfoque muy parcial y se realizan para justificar la inversión de dinero público. Analizan el impacto de los eventos, tanto directo como indirecto, pero no entran a valorar cuestiones relativas a la estructura económica de la ciudad o territorio. Son precisamente estos enfoques los que pueden encaminar más adecuadamente una política de eventos orientada al largo plazo y que suponga un verdadero revulsivo para la ciudad.
En relación al legado, es curioso, y así ocurrió en la entrevista, que siempre que se habla del legado se piensa en términos de «ladrillo». El evento permitirá construir nuevas instalaciones, infraestructuras o renovar algunas antiguas. Si bien esto puede ser una ventaja, la perspectiva de años nos permite observar cómo en muchas ocasiones este legado puede ser perverso y lleva a las ciudades a adoptar «elefantes blancos» que difícilmente se adecuan a las necesidades posteriores al evento. También hay casos positivos, por supuesto, en los que además de generar nuevas infraestructuras y equipamientos útiles para la ciudadanía, se crean nuevos espacios verdes y se regeneran zonas degradadas y en desuso. Es la importancia de pensar en el «día después» de los eventos.
Partiendo de estas dos ideas, actualmente estamos trabajando en el diseño de un programa de aprovechamiento del legado de los eventos para una ciudad desde un enfoque más global. Este enfoque incluiría el legado en Capital Social, el aumento del impacto económico impulsando una regeneración del modelo productivo de la ciudad, la creación de nuevas empresas, dinámicas sociales positivas y un equilibrio entre los diferentes barrios.
En este sentido, nuestra propuesta plantea la importancia de fortalecer esas dos dimensiones: el Capital Social y el impulso a la innovación empresarial y social en la ciudad. Estas dos dimensiones son citadas habitualmente en los proyectos de eventos, si bien el trabajo previo y posterior a los mismos suele responder más a la inercia que a una planificación rigurosa. De este modo, observamos que una serie de proyectos concretos y de coste limitado en comparación con las inversiones que requiere el evento, pueden generar un cambio socio-económico a largo plazo.
Nos fundamentamos en dos modelos con las que diseñar la propuesta: el concepto de «City Marketing Triangular» de Toni Puig (Rediseño, Implicación, Competencia) y el modelo de triple hélice. A sus tres hélices, Estado, Industria, Academia, les sumamos dos más: los agentes sociales y la ciudadanía.
A partir de esos modelos teóricos diseñamos una serie de propuestas operativas, que impulsen la generación de Capital Social en la ciudad, muy apoyadas en la participación de la ciudadanía e incluyendo dinámicas de apoyo al asociacionismo, el voluntariado y la innovación social. En torno a una serie de proyectos comunes como son los eventos, capaces de movilizar a la ciudadanía, tratamos de crear condiciones favorables a la cooperación social-pública-privada. La puesta en marcha de actividades conjuntas es clave para generar confianza que podrá (debería) ser mantenida después de los eventos. Debemos ser muy cuidadosos con esta cuestión, que no debe ser vista como una relajación en las funciones públicas, sino como una oportunidad de establecer nuevas iniciativas ciudadanas y privadas más allá de las anteriores.
Por otra parte, la propuesta fomenta el aprovechamiento del conocimiento con motivo de estos eventos. El conocimiento tecnológico y organizativo, el relacional con agentes económicos de otros lugares, juegan un papel fundamental en este modelo. Los planes de formación con cursos, talleres, conferencias, encuentros entre empresas y con empresas foráneas, son algunas de las herramientas para impulsar esta perspectiva del legado. El objetivo es generar nuevas empresas locales en algunos de los sectores que se consideran claves en la propia estrategia de ciudad; así como apoyar la regeneración de cierta parte del tejido productivo que se está quedando obsoleto.
En definitiva, la política de eventos debe ser coherente consigo misma y con la estrategia de ciudad. El concepto de legado debe ser visto desde un enfoque más amplio al habitual, orientándose hacia una verdadera economía ciudadana (recomendable el libro de Roger Sunyer), con una visión más ambiciosa y social que la que habitualmente se plantea en las (no)políticas de eventos.
Imagen de looking4poetry en Flickr.
Juanma!
Vaya rabia me da leer este «olvidado» post en este mes de septiembre para poder aprovechar letra a letra, coma a coma, en mi post anterior sobre la Marca Olímpica, Río y demás, que agradezco por cierto tu difusión.
Coincido plenamente con lo expones, evidentemente en algunas de las ideas que tocas, en otras no «controlo» tanto como lo extraordinariamente bien que lo explicas.
Nuestr=s polític=s piensan en términos de legado exclusivamente, y efectivamente, esos elefantes blancos disfrazados de ladrillo y metros cuadrados es lo que se impone. ¿Se consiguen transformar los territorios y las ciudades? Creo que ya hemos hablado de ello pero me temo que no. Así que creo que la reflexión que propones es tan interesante, en términos de Capital Social, que me parece que es el camino y la estrategia a seguir.
Abrazotes
Gracias Juanjo! Me encantó to post sobre la Marca Olímpica.
Creo que la marca, la olímpica o la de muchos otros eventos, pueden ser catalizadoras y generar movimientos sociales entorno a un objetivo común. Ese es un gran valor para generar el Capital Social que cito y que en pocas ocasiones se ha gestionado de un modo proactivo.
Abrazo!
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