
El espacio público acoge multitud de actividades. Es un espacio de relaciones sociales, de encuentro entre personas diferentes y de experiencia colectiva. En el espacio publico se dan numerosas actividades sociales, culturales, económicas, deportivas, etc. Es un espacio de convivencia y a su vez de diferenciación. Esta idea es clave a la hora de pensar las políticas sobre deporte en el espacio público.
Especializar en exceso los espacios públicos, limitándolos a una única función como puede ser la deportiva, reduce el dinamismo de estos espacios, despojándolos de buena parte de su función social. Los parques y los equipamientos deportivos abiertos son espacios públicos que cumplen, o deberían cumplir, una función comunitaria. Anular esas otras posibilidades de uso mediante el diseño o la normativa, puede llevar a desconectar los espacios de su entorno social y reducir su carácter público.
En una investigación sobre los espacios deportivos de libre de acceso de Donostia encuestaron a 400 personas que se encontraban en 42 de esos espacios. El 44% de las personas encuestadas afirmaron que nunca iban al lugar en el que fueron entrevistadas a practicar deporte (Aldaz, Vozmediano y San Juan, 2015). En este trabajo, los autores se plantean la duda sobre si estos usos no deportivos pueden dar lugar a conflictos por el uso y apropiación del espacio. A pesar de estas dudas, los resultados de las encuestas muestran que los espacios son valorados como muy seguros. Una de las conclusiones a la que llegan los autores es que tal vez sea necesario redefinir el enfoque sectorial de la ciudad por otro más integral que permita avanzar en la integración de las diferentes políticas (seguridad, deporte, movilidad, etc.).
En el proyecto de investigación “Modelos colaborativos de gestión del espacio público para la promoción de la actividad física-deportiva”, dirigido por la doctora Sacra Morejón, de la FPCEE Blanquerna-Universitat Ramon Llull, tuvimos oportunidad de analizar las prácticas en tres ciudades: Barcelona, Bilbao y Málaga. Desde el inicio del proyecto tratamos de adoptar un enfoque lo más abierto e integral posible, entendiendo la complejidad de las situaciones y actividades que tienen lugar en el espacio público, las deportivas y otras. En este sentido nos planteábamos una hipotética situación que tomábamos como ejemplo a la hora de observar las prácticas y los posibles conflictos. Si un grupo de jóvenes estaban jugando con una pelota en un parque y una persona pasaba por medio de ellas generándose un conflicto, ¿quién era responsable de ese conflicto? No dimos una respuesta, simplemente lo planteábamos como una duda que nos permitía observar estas situaciones desde un punto de vista más abierto.
Porque esta cuestión del conflicto o la inseguridad que generan ciertas actividades deportivas en el espacio público es un tema a profundizar. La estandarización y especialización de muchos espacios públicos ha sido habitual en el deporte. Las ciudades han encuadrado el deporte en espacios específicos, sacándolo de calles y plazas. Son numerosas las ordenanzas de civismo que catalogan ciertas actividades deportivas como “incívicas” o molestas. Sin matices.
Y en estas situaciones podemos observar la dualidad del deporte en relación a la seguridad del espacio público. Un ejemplo son ciertos spots (lugares de práctica, permitida o no) empleados por skaters o BMX riders. Zonas olvidadas de la ciudad. Vacíos urbanos, que por falta de luz o de mantenimiento eran percibidos como inseguros y la gente optaba no pasar por esos lugares. En muchos casos, esos lugares han sido revitalizados por las y los riders, que los han limpiado y adaptado para poder patinar en ellos. Su presencia ha dado seguridad al lugar. Tras esto, las autoridades han acudido a mejorar esos espacios y una de las medidas ha sido expulsarles de allí. Dotaron de seguridad al lugar y cuando éste ya era seguro, les dijeron a esos mismos riders que generaban todo lo contrario y que no podían estar allí.

Hasta que los riders no empezaron a utilizar el lugar, por ahí no pasaba ni el Tato (Imagen: Chris Talbot en geograph)
Lo mismo podemos decir de ciertas prácticas deportivas-sociales como el ecuavóley, variante del voleibol originaria de Ecuador. Una práctica que en muchas ocasiones une lo deportivo y lo comunitario y que podemos observar en muchas zonas degradadas y olvidadas de nuestras ciudades. Una vez que esas zonas han sido revitalizadas, las prácticas son expulsadas por pasar a considerarse molestas, casi vandálicas. En España, incluso si la cancha se levanta en un espacio deportivo normativizado para otro fin como puede ser una pista de patinaje, la policía puede exigir su desmantelamiento.
Aldaz, J.; Vozmediano, L. y San Juan, C. (2015) ¿Son los espacios urbanos deportivos de libre acceso lugares FrontON o lugares FrontOFF?. En International e-Journal of Criminal Science, Artículo 4, Número 9 (2015)
Toda la serie LOS OJOS Y LAS ZAPATILLAS DE LA CALLE. SEGURIDAD Y DEPORTE EN EL ESPACIO PÚBLICO
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