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Miedo al futuro ¿y no al pasado?
Llevábamos bastante tiempo repensando el papel del deporte y las políticas deportivas a implementar ante una realidad compleja y cambiante. Los planes estratégicos de última generación tratamos de plantearlos desde un enfoque integral, el deporte como un factor de desarrollo social, económico y de mejora de la calidad de vida. El planteamiento habitual seguido hasta el momento resultaba excesivamente sectorial y muy centrado en la oferta. “Quien no hace deporte es porque no quiere” ha sido una frase habitual y que en el fondo ha trasladado la responsabilidad al individuo, sin tener en cuenta sus condicionantes a la hora de hacer deporte, ser físicamente activo. Además, se dejaban fuera del radar de las políticas muchas prácticas deportivas que se realizan fuera del sistema deportivo formal.
Esto está cambiando y en la redefinición de las políticas o los planes estratégicos deportivos actuales se observa una tendencia clara a abordarlos desde un planteamiento más integral y abierto a las necesidades complejas y nuevas prácticas que surgen fruto de la globalización.
En este sentido, plantearse una salida para el deporte con una mirada hacia el pasado no resulta lógica. Estábamos trabajando en adecuar un modelo que mostraba carencias y ¿queremos volver a él? ¿Acaso el deporte no tenía antes de esta crisis unos retos suficientemente importantes como para limitarnos a gestionar la vuelta a esa situación? Sociedades más complejas que demandan o realizan prácticas físico-deportivas cada vez más cambiantes. Importantes grupos de población a quienes el deporte sigue sin atraer. Un deporte, en general, insostenible desde el punto de vista medioambiental con impactos en los entornos naturales donde se practica, instalaciones con importantes consumos energéticos y de recursos, generador de residuos, etc. ¿En serio vamos a limitar la gestión de la salida de la crisis en tratar de volver a ese sistema deportivo? Pensar en volver a una situación que queríamos cambiar no parece una apuesta adecuada.
Los plazos y los desafíos
De cara a planificar son claves los plazos y los desafíos a los que nos enfrentamos. Hablo de desafíos por evitar la palabra ‘crisis’. La primera vez que lo vi fue en una viñeta que desde el humor reflexivo aporta una visión crítica de la realidad y lleva a la reflexión.
Imagen Graeme Mackay
Tras esta viñeta he leído unos cuantos artículos que manejan la misma secuencia de crisis.
A corto plazo, presente, nos encontramos ante un desafío sanitario al que desde el deporte debemos hacer frente. Una realidad que obliga a reducir aforos; a desinfectar permanentemente los espacios y elementos que utilicemos; a hacer frente al miedo de las personas a realizar determinadas actividades. Se trata de hacer frente al desafío del COVID-19 hasta que exista una vacuna o un medicamento realmente efectivo que aporte tranquilidad y permita practicar deporte con cierta normalidad. Este plazo, según las diferentes opiniones expertas podrá alargarse uno o dos años.
El siguiente desafío, que aunque lo planteo a medio plazo ya estamos viviendo, es la recesión económica y la huella social que dejará esta excepcional situación.
Hemos congelado la economía y toca descongelarla. Esta situación no tiene precedentes. El modelo de ‘economía de guerra’ ha sido muy empleado durante estos meses, pero esta situación no es la misma. No tenemos referentes históricos de congelamiento de las economías nacionales y mundial. No tenemos recetas para el descongelamiento. Lo que sí tenemos claro es que aumentará el nivel de desempleo y la renta disponible de las personas. Eso va a tener un efecto claro en lo niveles y modelos de práctica deportiva de la población.
A largo plazo se plantea el desafío del cambio climático. Está bien centrarse en las alteraciones del clima ya que es algo fácilmente comprensible, pero hay muchos otros problemas medioambientales a los que hacer frente. Y no es un desafío a largo plazo. Es un desafío que ya el informe Brundtland lo expuso crudamente en 1987. O cambiamos el modelo de desarrollo o sufriremos las consecuencias del desmoronamiento del sistema que hemos construido a partir de premisas desarrollistas en un planeta limitado por sus propias dimensiones y recursos.
El deporte no puede ser ajeno a este desafío medioambiental y debe contribuir en lo que le concierne a establecer un modelo sostenible, adecuando el consumo de recursos, reduciendo los residuos que generan las actividades deportivas, disminuyendo el consumo de energía y respetando el territorio (suelo, entornos naturales) donde se realiza.
Es esencial que en estos momentos el deporte, las políticas deportivas, se replanteen teniendo en consideración estos plazos. No limitarse a salir adelante en el corto plazo, sino hacerlo en la dirección correcta para hacer frente a los desafíos venideros.
Post de la serie ‘Políticas y estrategias para el futuro del deporte’:
#1 Monos, McFly y ocurrencias para el futuro del deporte
#2 Plazos y desafíos para pensar el deporte
#3 La gestión del corto plazo: escucha, actúa y anima a actuar
#4 El medio plazo: Maslow, Marshall y la necesidad de generar impacto socioeconómico
#5 El largo plazo: El desafío ecológico y el riesgo de la vigilancia
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