El impacto económico y la huella social del “congelamiento” de la actividad económica por la pandemia será importante; en la ciudadanía, en clubes, asociaciones, empresas e instituciones deportivas.
El desempleo crecerá y la renta disponible de buena parte de la población caerá notablemente. Por mucho que defendamos que la actividad físico-deportiva está en los escalones básicos de la pirámide de Maslow eso no es así. Tal vez podamos argumentarlo desde la defensa del ejercicio físico necesario para la salud de las personas, pero no es una de las necesidades percibidas por la mayoría de la gente (de’lo percibido’ hablaba Maslow). Maslow hablaba de motivación humana y creo que es importante que asumamos que la práctica deportiva (de pago) no está entre las necesidades básicas percibidas por la mayoría de la población. Las personas sienten la necesidad básica de comer, agua, electricidad, un techo, una educación para sus hijas/os.
A quienes afecte duro la crisis antepondrán todo eso a pagar por hacer deporte. Y esta crisis afectará severamente a mucha gente, lo que se va a notar en la demanda de servicios deportivos. Muchas personas optarán por dejar de pagar los 20-40-80€ al mes que pagaban por el servicio deportivo que realizaban antes de que les afectase un ERTE (y eso con suerte) o se les hayan congelado los pedidos con los que se ganaban la vida.
Numerosos estudios muestran que el nivel económico tiende a ser inversamente proporcional a la práctica de actividad física en el tiempo libre. Sabemos que la inactividad física afecta más a las personas en riesgo de exclusión social y que, de esta manera, se ven privados de una mejor salud, interacción social y acceso a los espacios y servicios públicos y privados.
No debemos dejar a nadie fuera, los sistemas de protección social deben alcanzar también a la actividad física de la población. En este contexto de crisis sanitaria, social y económica, la actividad física va a resultar un factor importante para evitar la creciente desigualdad y recuperar la autoestima individual y colectiva.
¿SEREMOS CAPACES DE AMORTIGUAR ESA CAÍDA DE DEMANDA Y MANTENER LOS NIVELES DE ACTIVIDAD FÍSICO-DEPORTIVA DE LA POBLACIÓN?
La caída de demanda o de disponibilidad a pagar el deporte por parte de la ciudadanía tendrá lógicamente efectos en el resto de agentes deportivos de las ciudades y territorios. Muchas empresas de servicios deportivos sufrirán esa reducción de la demanda. Algunas se adaptarán e incluso podrán salir reforzadas, pero el mercado en general sufrirá una contracción.
Esta lógica afectará de igual manera al tejido asociativo en el que buena parte de los ingresos proviene de las cuotas por actividades o por abonos de temporada. Además, el impacto en los patrocinios, otra importante fuente de ingresos para estos agentes, se espera que sea notable. Doble problema. ¿Los cursillos y actividades puntuales? Eso genera más dudas. La capacidad económica disminuirá, pero la sensación de necesidad de que niñas y niños recuperen una actividad fundamentalmente socializadora y saludable aumentará.
Y ante esta situación muchos agentes deportivos miran a la Administración demandando un “Plan Marshall”. Como si existiese una reencarnación del Secretario de Estado George Marshall y lo que es más inverosímil, un equivalente al Departamento de Estado de USA con capacidad económica para relanzar la economía bajo sus propios intereses políticos y comerciales. Cuando en estos momentos se habla de “Plan Marshall” sólo se refiere a la inyección financiera, obviando las condiciones que se ponían para recibirla. La mayoría de las propuestas que hemos podido leer hasta el momento se centran en lo que debe hacer la Administración para ayudar a las organizaciones deportivas. Pero son escasas las propuestas de cambio interno, de lo que van a cambiar las propias organizaciones para adecuarse a una realidad social que va a transformarse.
Además, las instituciones públicas no son el Departamento de Estado de USA en 1948. No tienen esa capacidad económica para reflotar la economía del país/territorio. Tampoco podemos esperar que el deporte tal como se ha visto hasta ahora sea considerado un sector estratégico sobre el que se inviertan muchos esfuerzos para el reflotamiento.
Los recursos limitados (siempre lo son) de las instituciones públicas deberán centrarse en la reactivación económica y social de sus respectivos territorios y a medio plazo todo lo que no vaya en esa línea será un desacierto.
Ante esto, la pregunta realista y pragmática es ¿qué debemos hacer para que el deporte sea un elemento clave para la recuperación de la calidad de vida en nuestra ciudad/territorio? ¿CÓMO PUEDE EL DEPORTE AYUDAR A LA REACTIVACIÓN SOCIOECONÓMICA DEL TERRITORIO?
Nota: la frase “el deporte genera riqueza y cohesión social” no es suficiente. Debemos pensar en actuaciones que generen más capacidad de reactivación que otras alternativas de inversión pública para que el deporte sea una alternativa real. Los Gobiernos deberán ser muy selectivos a la hora de invertir el dinero público y deberán hacerlo en las opciones que mayor impacto generen en la reactivación social y económica. Desde el deporte debemos ‘ponernos las pilas’.
(Continuará)
Post de la serie ‘Políticas y estrategias para el futuro del deporte’:
#1 Monos, McFly y ocurrencias para el futuro del deporte
#2 Plazos y desafíos para pensar el deporte
#3 La gestión del corto plazo: escucha, actúa y anima a actuar
#4 El medio plazo: Maslow, Marshall y la necesidad de generar impacto socioeconómico
#5 El largo plazo: El desafío ecológico y el riesgo de la vigilancia
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