Numerosas voces expertas afirman que el origen de fondo del COVID es medioambiental. La intromisión del ser humano en entornos naturales sin respetar los ciclos biológicos ha introducido un virus de origen animal en el organismo humano para el que nuestros cuerpos no estaban preparados. Es muy posible que exista esa relación, pero más allá del origen, creo que en estos momentos es más importante pensar en el desenlace final. ¿Cómo saldremos de esta crisis de forma más sostenible de modo que reduzcamos nuestro impacto en el ecosistema? Al fin y al cabo, en las semanas, meses, de confinamiento ya hemos visto cómo el ecosistema natural ha recuperado espacio mientras la humanidad estaba confinada. La tierra, los ecosistemas seguirán, se adaptarán a las nuevas situaciones, pero tal vez sean entornos incompatibles con la vida humana. El problema no es que podamos destruir la naturaleza, es que convirtamos el planeta en un entorno inhabitable para el ser humano, o al menos para una gran parte de la humanidad.
La Organización Mundial de la Salud espera que el entorno cambiante acelere la propagación de otras enfermedades infecciosas. A medida que el mundo se caliente, las posibilidades de que ocurra otra pandemia similar a la de Covid-19 se vuelven mucho más probables.
El desafío ecológico no es ni a largo, ni a medio, ni a corto. Ya era un desafío antes de esta crisis y tras ella se refuerza la relevancia de incorporar criterios sostenibles en todos los ámbitos del desarrollo humano. También en el deporte, aunque nos pueda parecer que tiene un impacto insignificante en el medioambiente, no es así.
Este desafío es enorme y obviamente no es exclusivo del deporte. Aunque por supuesto el deporte no puede evadirse de esta situación y debe marcarse el desarrollo sostenible como marco en el que evolucionar.
Si bien hay una marcada tendencia a relacionar el impacto medioambiental del deporte cuando este se realiza en la naturaleza, es necesario entender que su impacto tiene un origen y un resultado mucho más heterogéneo que ese.
No podemos obviar el impacto de las instalaciones deportivas en el uso del suelo, en el consumo energético o de recursos. El de determinadas actividades en la contaminación atmosférica (principalmente por el transporte requerido), en la generación de residuos o en los ecosistemas en que se realizan.
Olvidar el desafío medioambiental en la salida de esta crisis es cavar bajo nuestros pies. Optar por soluciones cortoplacistas que obvien una problemática que lleva anunciándose en toda su crudeza desde 1972 en el informe del Club de Roma ‘Los límites del crecimiento’ o más tarde, en 1987, en el Informe Brundtland para la ONU, en el que se expuso la idea de desarrollo sostenible, afianzarán el camino a mayores problemas que no podemos ni imaginar. Ni su magnitud ni la forma en que se manifestarán.
La salida de esta crisis debe enmarcarse en un modelo de respeto ecológico mucho mayor del que hemos seguido hasta el momento. En todas las dimensiones y sectores. No hay alternativa.
Y el deporte, al igual que el resto de sectores debe asumir esta realidad. Este es el marco en el que debe trabajar si trata de ser un deporte cívico que se oriente a la mejora de las condiciones de vida de las personas.
Además, el deporte puede y debe ser un importante ámbito de trabajo para lograr sociedades más sostenibles. Existen numerosos trabajos que tratan sobre cómo el deporte puede y debe alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y contribuir al desarrollo de los mismos. No se trata por tanto de cumplir, el deporte puede y debe ser ejemplo.
Un proyecto de deporte para el futuro deberá alinearse con los principios de territorio/ciudad activa. La promoción de modelos de movilidad activa, de espacios saludables, de entornos para las relaciones sociales, de dinámicas colaborativas, de desarrollo personal y social… son todos ellos valores comunes entre la comarca activa y la sostenibilidad.
Los replanteamientos de sistemas deportivos locales, territoriales o regionales deben articularse con los Objetivos del Desarrollo Sostenible y tenerlos como marco inexcusable para su progreso orientado al bienestar de las generaciones presentes y futuras.
Entre las grandes ideas para la salida de esta crisis se ha hablado mucho de un ‘Green New Deal’ un pacto para reorganizar todo el sistema económico a nivel planetario que sea compatible con la vida humana en el planeta. Es una gran idea, pero genera grandes dudas cómo se está planteando.
Seguimos pensando en términos de crecimiento en un planeta finito y muchas de las propuestas son una huida hacia adelante en las que nos prometen desmaterializar el sistema productivo y convertirlo en un intercambio de bits. No conozco a nadie que desayune bits. De hecho, tal como expone Naomi Klein, corremos el peligro de que ese Green New Deal realmente pueda ser un Screen New Deal (el New Deal de la pantalla) en el que las personas estemos absolutamente monitorizadas y nuestro desarrollo como personas dependan de un algoritmo o del rastro de nuestros datos vitales. La práctica deportiva digitalizada está siendo un ariete en este sentido.
Debemos repensar los modelos deportivos con visión de futuro y esa visión de futuro debe incorporar necesariamente criterios de sostenibilidad medioambiental y equidad social.
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Post de la serie ‘Políticas y estrategias para el futuro del deporte’:
#1 Monos, McFly y ocurrencias para el futuro del deporte
#2 Plazos y desafíos para pensar el deporte
#3 La gestión del corto plazo: escucha, actúa y anima a actuar
#4 El medio plazo: Maslow, Marshall y la necesidad de generar impacto socioeconómico
#5 El largo plazo: El desafío ecológico y el riesgo de la vigilancia
#6 El reto y la oprtunidad de la digitalización
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