Skate para la mejora urbana

Kampsa Si hay una modalidad de práctica deportivo-recreativa que me parece sugerente para entender las relaciones sociales y los conflictos por el espacio público diría que es el skate. Me atrae especialmente el skate, no tanto como practicante, ya que soy un absoluto patán, sino como práctica subversiva, que trata de alejarse de convencionalismo y de la cultura dominante. Desde su surgimiento en los años 50 en Estados Unidos, el skate ha estado ligado a una imagen rebelde, alejada de los patrones de la seriedad adulta. Si bien a lo largo de los años ha sufrido un proceso de ‘domesticación’, han ido surgiendo nuevas formas de práctica y de espacios para su experiencia, que han tratado de alejarse de los procesos de institucionalización y mercantilización. No quiero profundizar aquí en una perspectiva antropológica del skate y su relación con el espacio público. Para quien quiera hacerlo le recomendaría los artículos de Xavi Camino[i] [ii] y de Israel Márquez con Rubén Díaz García[iii]. Me gustaría centrarme en cómo las ciudades están acogiendo el skate, las diferentes políticas municipales ante esta práctica y la respuesta de quienes lo practican. También trataré de recoger algunos casos que me parecen interesantes.

La restricción

A lo largo de los años, el skate ha evolucionado y han surgido nuevas formas de práctica. Desde sus inicios como alternativa al surf, sidewalk surfing, evolucionando al pool, el downhill, el vertical, los skateparks, el freestyle y las skateplazas. La práctica del skate en espacios públicos compartidos con otras actividades siempre ha generado conflictos, tanto por la imagen rebelde que ha transmitido como por los peligros percibidos por las personas que no lo practican. Esta situación ha llevado a numerosas ciudades y pueblos a establecer medidas restrictivas a la práctica del skate, bien sea mediante normativas específicas, o la colocación de elementos que dificultasen su práctica, los conocidos como skate stoppers o la utilización de superficies rugosas que impidiesen el deslizamiento. La prohibición directa puede verse en los cambios de las Ordenanzas Municipales de Barcelona y de Madrid. En Barcelona: » Artículo 31. […] Queda prohibida la utilización de escaleras para peatones, elementos para la accesibilidad de personas discapacitadas, barandillas, bancos, pasamanos, o cualquier otro elemento del mobiliario urbano, para las acrobacias con patines y monopatines” (Ajuntament de Barcelona, 2005).» (Camino, 2008) En Madrid: «en su Artículo 26. prohíbe expresamente “circular por la calzada utilizando monopatines, patines o aparatos similares, salvo que se trate de zonas, vías o partes de éstas que les estén especialmente destinadas, y sólo podrán circular a paso de persona por las aceras o por las calles residenciales debidamente señalizadas, sin que en ningún caso se permita que sean arrastrados por otros vehículos” (Márquez y Díez García, 2015)

La domesticación

El skate ha vivido un proceso de domesticación desde diferentes frentes. Por un lado la mercantilización de una práctica que inicialmente surge ajena al mercado. En muchas ocasiones son los propios skaters que comienzan a diseñar productos y equipamientos específicos para la práctica de su deporte favorito, quienes impulsan esta mercantilización. Por otra parte, la deportivización de una práctica que surge ajena a las normas habituales de la mayoría de los deportes. Así comienzan a aparecer campeonatos, federaciones, reglamentos, homologaciones, etc. Por supuesto, la domesticación mediante la reclusión en espacios específicos. El skate históricamente se realizaba en espacios urbanos residuales, apartados, antiguas fábricas en desuso, bajos de puentes o carreteras. La práctica del skate ha permitido la regeneración de zonas muy degradadas de forma espontánea y ha mejorado la calidad de numerosos espacios públicos. Posteriormente fueron las conocidas como «plazas duras» que proliferaron en los años 90. Plazas vacías, sin vegetación ni apenas obstáculos, con algunos elementos de mobiliario urbano, largas rampas, ángulos rectos y suelos lisos y que, sin quererlo, se convirtieron en el escenario ideal para la práctica del skate. Un ejemplo sería la plaza del MACBA de Barcelona, que se convirtió en un referente para skaters de todo el mundo.

macba from guilherme rodrilla on Vimeo. Ante esta ocupación de espacio público por parte de las y los skaters, las autoridades optaron por construir espacios específicos, skateparks, para alejar los patines y acotar su actividad. Sin embargo, muchas personas que practican skate no aceptan la limitación de su práctica a estos skateparks y la práctica en la calle sigue dándose. Además, se da la paradoja que los propios skateparks construidos por las autoridades para alejar a los skaters del espacio público, fomentan una práctica y un aumento de practicantes, que posteriormente muchos pasan a hacerlo en el espacio público.

La negociación

Algunas ciudades comienzan a entender que la práctica del skate en ciertos espacios urbanos es positiva para la calidad de dichos lugares. De este modo, comienzan a hacer partícipes a los skaters en el diseño de esos espacios y a facilitar la creación de zonas «patinables». Son destacables los casos del Paine’s Park en Philadelphia, el Rabalder Park en Roskilde (Dinamarca) construido en un canal de drenaje de inundaciones, o el Snøhetta’s Opera House en Oslo, que ha contado con la participación de skaters para que su entorno sea patinable. También se dan casos de negociación con los grupos de skaters locales para el diseño, construcción y gestión de skateparks y skateplazas, de modo que apoyándose en la participación ciudadana se genera un mayor sentimiento de apego a estas áreas. Destacaría el caso de SK8+U dinamizado por Straddle3 en Arbúcies (Girona).

SK8U [iD SPORT 2012] from Idensitat on Vimeo.

 La autogestión

Los casos de espacios en desuso que han sido regenerados por skaters para la práctica de su actividad favorita han sido habituales a lo largo de los años. Burnside en Portland es conocido a nivel internacional y surgió en 1990 del trabajo de patinadores locales de acondicionar una zona en desuso y posteriormente reconocido por las autoridades locales. Más cerca de casa, en Pasaia (Gipuzkoa), en el año 1992 un grupo de jóvenes ocuparon un antiguo edificio industrial, comenzaron a emplearlo para diferentes usos culturales y construyeron un pequeño skatepark. Tras verse desalojados decidieron ocupar otro terreno en un lugar cercano, donde comenzaron a construir otro skatepark. Con los años el skatepark ha ido creciendo, gracias al trabajo voluntario de muchas personas y a los ingresos generados por numerosas actividades y conciertos (mucho hardcore). En la actualidad, este lugar, la Kampsa, es un referente internacional y no es extraño ir un día cualquiera y encontrarte a alguno de los mejores skaters mundiales practicando en él. Trailer de «KAMPSA 20 años de sueños y escombro» (57 seg.)

trailer «KAMPSA 20 años de sueños y escombro» from «CUATROYUNACAMARA» on Vimeo. Documental completo «KAMPSA años de sueños y escombro» (53 min, 43 seg.)
«KAMPSA 20 años de sueños y escombro» from «CUATROYUNACAMARA» on Vimeo. Iniciativas como Burnside o la Kampsa, han regenerado áreas urbanas muy degradadas y absolutamente desaprovechadas, han ofrecido alternativas de práctica deportiva a muchos jóvenes que no tenían oportunidades que les resultasen atractivas y han generado una conciencia de comunidad mayor que muchas actuaciones institucionales.

El skate para la regeneración de comunidades

Para cerrar este artículo, me gustaría citar algunas iniciativas basadas en la práctica del skate que se orientan a la mejora comunitaria (Iain Borden en The Guardian): EthiopiaSkate y Megabiskate en Addis Abeba, Ride It en Detroit, Skateistan en Afganistán, Camboya y Sudáfrica, SkatePAL en Palestina, 7Hills en Jordania, Bedouins en Túnez y el proyecto Skate All Nations en Estados Unidos. Todos estos proyectos se apoyan en el skate para generar capital social y resolver problemas sociales, de abuso de alcohol y drogas, de desempleo, de violencia, los prejuicios de género y el acceso a la educación.

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[i] CAMINO, X. (2008): «Reinterpretando la ciudad: la cultura skater y las calles de Barcelona», en N. Puig y G. Maza (coords.) El deporte en los espacios públicos urbanos de Barcelona. Monográfico de Apunts. Educación Física y Deportes, nº91, 2008 (11-38), Barcelona. Disponible on-line: http://redined.mecd.gob.es/xmlui/bitstream/handle/11162/44764/01520123000261.pdf?sequence=1

[ii] CAMINO, X. (2013): «La irrupción de la cultura skater en el espacio público de Barcelona», en Arxiu d’Etnografia de Catalunya, nº13, 2013 (11-38), Barcelona. Disponible on-line: http://antropologia.urv.es/revista/index.php/aec/article/viewFile/55/73

[iii] MÁRQUEZ, I; DÍEZ GARCÍA, R. (2015): «La cultura skate en las sociedades contemporáneas: una aproximación etnográfica a la ciudad de Madrid», en EMPIRIA. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, nº 30, 2015 (133-158). Disponible on-line: http://revistas.uned.es/index.php/empiria/article/view/13888/12560

Imagen de J.A.Areta Goñi (JUXE) en Flickr

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